Las deformaciones craneales forman parte de otro gran grupo de trastornos estructurales susceptibles de ser tratados con Osteopatía Craneal Infantil y en algunas ocasiones necesariamente con la ayuda de ortesis como podría ser el caso del casco corrector. Debería ser evitado en la medida de lo posible, pero hay que tener muy presente que cuando la afección producida por la deformación es muy aguda, rígida e insistente y de manera manual no se resuelve la inercia de la deformación, habrá que utilizar los recursos necesarios por el bien del niño, es realmente importante ser objetivos. Serán los padres los que tomen la decisión, pero forma parte de nuestra responsabilidad saber informarles de qué tipo de deformación se trata, de si podemos reducirla o normalizarla y en qué medida, debemos poder transmitirles la repercusión que esto conlleva de manera general, y en casos concretos, de manera más específica. Por otro lado, será el Neurocirujano el que ponga al corriente a los padres sobre su opinión de la necesidad del casco ortopédico, indicaciones y contraindicaciones.
En términos generales, es la propia capacidad de adaptación o de normalización del bebé la que puede marcar la diferencia: puede ser que la deformación se acabe normalizando sola, ayudada por la inercia del crecimiento, o por el contrario, que se adapte a la forma que adopte el cráneo y que el crecimiento afiance la deformación. En cualquiera de los casos es nuestro deber evaluar y detectar las intenciones tensionales intracraneales para poder prevenir la deformación, o en los casos cuya deformación esté instaurada y vaya a más, ser capaces de evaluar dicha situación y saber en qué medida podremos ayudar.
No me parece adecuado achacar a agentes externos procesos internos del individuo. No sólo la causa de las deformaciones craneales son la actitud postural que adopta el bebé al dormir u otros formas de comportamiento postural del día a día del bebé; por supuesto que todos estos aspectos tienen relevancia, pero de tipo secundario ya que vienen motivados por otras razones: las tensiones internas del bebé hacen que se sienta más cómodo de un lado que del otro y no al revés. Es cierto que por ejemplo: si una madre le da el biberón a su bebé siempre del mismo lado, él siempre girará la cabecita hacia ese mismo lado además de apoyar siempre la misma hemibase del sacro, de manera que acabará generando una tensión postural específica. En cualquier caso lo primero es asegurarnos que no hay tensiones que predispongan ninguna postura viciada y por otro lado habrá que tener cuidado de no viciar ninguna postura en todo lo que los padres y cuidadores hacen con el pequeño en la vida cotidiana y de manera reiterativa. Por otro lado, el desencadenante en una primera fase, podría venir de una mala alineación tensional intracraneal, ésta se ocupa de que prospere la deformación craneal. Estos procesos podrán darse independientemente de que haya cierta carga genética o no.
El “apoyo tensional” del cuerpo entero del feto en el vientre materno, gestiona predisposiciones posturales del cuerpo entero como unidad y de manera específica en partes concretas: el feto recibe impresiones propias del entorno intrauterino, que quedan registradas en el proceso embriológico poniéndose en evidencia posteriormente en el periodo de formación.
Tenemos que tener siempre presente que se trata de deformaciones craneales y no de malformaciones craneales. Son temas completamente diferentes, es más, deberíamos separar las deformaciones craneales sin sinostosis de las que sí las tienen, hay mucha diferencia: en el momento que una plagiocefalia sinostosea dejará de ser un problema de deformación craneal en lo que a parámetros tensionales lesionales se refiere.
Normalmente, entre los 10 ó 15 meses más o menos, llega un momento en el que la deformación empieza a suavizarse pero en muy rara ocasión se normalizan solas cuando ya están afianzadas, sobre todo si éstas son muy acentuadas, picudas o en el caso de los aplanamientos cursan con hendidura.
Con O.I.C se pueden invertir las direcciones de la deformación, dispersar los movimientos erráticos y, con la ayuda del crecimiento, normalizar en gran medida o por completo cualquier tipo de deformación, pero siempre dependerá de que trabajemos bien con las direcciones de las tensiones internas.
Raúl Guzmán. do